lunes, 29 de noviembre de 2010

Quejas

La mirada canvia, el corazón se endurece, y las palabras hieren.
Un gesto, un acto, una caricia no dada duele más que cien espadas.
Las heridas del alma como las del campo de batalla,
rebrotan cada vez que te presentas a batallar.
Mi sombra me acompaña con mirada vencida,
se alarga en la noche infinita, en esas que no duermes.
Demasiada calma en el aire, tanta que el aire no me llena los pulmones,
tanta que la tranquilidad no tranquiliza y que la oscuridad no ayuda.

Los acordes de una guitarra y una voz rota me devuelven la calma,
y los ojos pesan y se cierran.

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