Hubo un tiempo que de mis ojos brotaban mares,
ríos salados de tristeza, tormentas de sodio.
Brotaron tantas lágrimas y tantos sentimientos,
que parecía que nunca iba a acabar.
Hilos de agua salada, naturaleza húmeda,
en esencia el alma se vaciaba,
y poco a poco el corazón se secaba.
Hoy ya no hay llantos, ni lloros,
y a veces dudo que haya alma o corazón.